sábado, 19 de julio de 2014

193 // respira

Aquella mañana me despertó el rugido suave de los truenos y el repiqueteo de la lluvia. Me levanté muy temprano. Me lavé la cara, me peiné, me maquillé, me vestí... La calle olía a una humedad agradable. Hacía tanto calor.

Hoy voy persiguiendo las gitanas en las calles de mi ciudad. Cambiamos tanto, yo, él, ella. Nada es como antes. Nos hayamos otra vez aquí, todos juntos, como si fueramos otras personas y todo sigue siendo tan perfecto.

¡Qué hermoso es volver a casa! Así me sentí cuando al bajar del autobús pisé la tierra barcelonesa, como si aquél año fuera nada, como si tan solo hubiese salido a comprar pan por la mañana.

Somos otros. Maduramos. Somos responsables. Ya no nos interesan las fiestas. Ya no somos tan impulsivos. No dejo de preguntarme adónde me lleva este camino. Estoy casi segura que ya llegó el final, que más no podremos así con toda esta mala leche que se ha quedado entre él y yo. Quizás debería aceptar que lo hecho esta hecho, que ya no podemos volver atrás, aquél mundo no volverá jamás. Tenemos que avanzar.
Doy pasos lentos hacia adelante. No sin miedo, no sin incertidumbre.

Me cura el sol de Andalucía, el son de sus guitarras, el tono de su voz. Lo único que siento es felicidad.

Quisiera no tener que fingir la vida nunca más. Que corra, que fluya, que no se detenga y ála, MI LIBERTAD!

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